Alan Ross, Gerente de Ingeniería y Activos de Network Rail en Escocia, nos lleva en un viaje por el icónico Puente Forth. Desde sus primeras impresiones, cuando tenía 17 años y lo admiraba, hasta la actualidad, formó parte del equipo que defendió por qué la UNESCO debería reconocerlo como Patrimonio de la Humanidad.
Con poco menos de 2,5 km de longitud, 6,5 millones de remaches, 110 m de altura y más de 53.000 toneladas de peso, solo existe un puente voladizo de un solo tramo más grande en el mundo. Este emblemático monumento escocés desempeña un papel fundamental en el transporte de mercancías y personas. Pero el puente es mucho más que eso para las personas; como describe Alan, tiene una conexión emocional con ellas.